“María, el Perú debe ser uno de los países donde se comete el mayor número de ataques a homosexuales. Los especialistas lo enmarcan dentro de los llamados “crímenes de odio”, entendidos como los que se cometen por razón de orientación sexual, color de piel, sexo, raza, creencias religiosas o políticas, entre otros.
En todos ellos, el agresor está convencido de que su víctima carece de valor humano. Y, en no pocos casos, es atacada con saña y violencia salvaje (tortura, numerosas puñaladas o golpes y hasta la mutilación), lo que expresa la necesidad del atacante de no solo dañarla, sino también de castigarla y “desaparecerla”.
Así que el reciente asesinato del joven en su cuarto de Zárate, quien según sus vecinos era gay, puede ser considerado un “crimen de odio”, ya que el homicida lo acuchilló ¡ocho veces en el cuello! En este caso, la Policía sospecha que el criminal sería su pareja. Alguien se preguntará: pero si fue su pareja, quiere decir que también es gay, y por eso, ¿cómo puede ser considerado un “crimen de odio”? La respuesta es sencilla y, a la vez, explica la ferocidad de esos ataques.
Muchos de quienes se meten con homosexuales no se consideran como tales, sino verdaderos “machos” que se inventan la excusa de que tienen sexo con gays empujados por la necesidad de comer, estudiar, vestirse o mantener a sus padres y, aún, a sus esposas e hijos.
Al homosexual lo consideran un “cabro de m…”, que si quiere tener el placer de gozar de su compañía, debe pagar con dinero, trago, ropa, artefactos, un pollito a la brasa o cualquier otra cosa que se les ocurra.
Cuando el “maricón” no puede cumplir los deseos de estos sujetos -que casi siempre son vagos o delincuentes, cuyo único plus es la juventud-, entonces se desencadenan estos crímenes terribles. Como el joven de Zárate, al que luego de muerto le robaron un balón de gas, un DVD y dinero, muchos gays han sido brutalmente asesinados por poca cosa.
Prestigiosos abogados, conocidos estilistas y muchos más, perdieron la vida de manera ilógica. Sin embargo, si nos tomamos el tiempo de leer los comentarios que muchos lectores ponen en las páginas web debajo de noticias de este tipo, nos daremos cuenta que mucha gente en el Perú es homofóbica, aunque de la boca para afuera aseguren que los gays les caen bien y “hasta tienen amigos así”. “Tanto escándalo por matar un cabro”, “Ese enfermo seguro era pedófilo” o “¡Qué le pasa a mi Perú que hay tantos maricones!”, son algunos de estos comentarios fuera de lugar en las llamadas redes sociales.
Por eso, cuando Ricky Martin salió a contar por televisión el enorme sufrimiento que le produjo aceptar y confesar su homosexualidad, creo que podría lograr algún cambio, al mostrar que, aunque muchos intolerantes no lo crean, el gay es una persona con sentimientos como cualquier otra que merece igual respeto que todos. No estamos en la Alemania nazi.
La libertad no solo es política o de prensa, en este país hay libertad de la preferencia sexual, pero algunos salvajes creen lo contrario”. Qué triste es todo esto. Me voy preocupada. Cuídense.
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